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La importancia del occipital infantil y el piso craneal en la salud del recién nacido

El cuerpo humano es una obra de arte anatómica, y en el caso de los recién nacidos, el cráneo tiene una estructura compleja y fascinante. En particular, el hueso occipital y su relación con el piso craneal cumplen un rol fundamental en la protección del sistema nervioso central y en el desarrollo neurológico infantil. Este artículo, escrito por la quiropráctica Lynn Gerner, se centra en cómo la anatomía craneal del bebé influye en funciones esenciales como la lactancia, el tono muscular y el desarrollo neurológico general.

A diferencia de lo que muchas personas creen, el hueso occipital del recién nacido no es una estructura sólida, sino que está compuesto por varias partes unidas por cartílago. Esta característica le otorga una flexibilidad crucial durante el proceso del parto, permitiendo movimientos que protegen el tronco encefálico, el cual pasa por el foramen magno —una gran abertura en la base del cráneo. Esta adaptabilidad reduce el riesgo de lesiones graves durante el nacimiento, donde las fuerzas ejercidas sobre el bebé pueden igualar las de un accidente automovilístico.

La parte lateral del occipital forma, junto con las vértebras cervicales superiores, una articulación que permite la rotación de la cabeza. Estas estructuras no se fusionan completamente hasta los 4 a 6 años, permitiendo ajustes naturales en respuesta al entorno y al crecimiento. Sin embargo, esta movilidad también conlleva el riesgo de desalineaciones, especialmente si el nacimiento fue difícil o prolongado.

El piso craneal no solo alberga huesos importantes, sino también estructuras vitales como nervios y vasos sanguíneos. Por ejemplo, el nervio hipogloso, que controla el movimiento de la lengua esencial para la lactancia y el habla, atraviesa esta región. Igualmente, el foramen yugular permite el paso de la vena yugular, responsable de drenar el 95% de la sangre de la cabeza, y es hogar del nervio vago, un actor clave en funciones básicas como la digestión, circulación y respiración.

La distorsión de estas estructuras durante el nacimiento puede generar una variedad de problemas en el recién nacido: dificultades para prenderse al pecho, debilidad en la lengua, paladar alto, molestias digestivas como reflujo, o incluso señales de retraso en el desarrollo. En estos casos, una evaluación por un quiropráctico pediátrico especializado en trabajo craneal infantil puede ser clave. Los ajustes quiroprácticos en bebés son suaves y seguros, realizados con una presión tan ligera como la que se usaría para tocar un párpado.

Este artículo resalta no solo la asombrosa capacidad del cuerpo humano para protegerse, sino también la importancia de reconocer señales tempranas de desalineaciones craneales en los bebés. A través del cuidado quiropráctico pediátrico, es posible apoyar una mejor función neurológica, digestiva y del sistema nervioso autónomo, contribuyendo a un desarrollo saludable desde el inicio de la vida.